(Una paráfrasis de 1ª Corintios 13)

Si pudiera hablar a la perfección los idiomas de nuestro Planeta Tierra y aún más, si tuviera el don de conocer y hablar la lengua que entre sí usan los ángeles para entenderse, pero no logro alcanzar, como Dios manda, el pleno significado y la temperatura adecuada para expresar “te quier"/>

Decir: `te quiero´

(Una paráfrasis de 1ª Corintios 13)

Si pudiera hablar a la perfección los idiomas de nuestro Planeta Tierra y aún más, si tuviera el don de conocer y hablar la lengua que entre sí usan los ángeles para entenderse, pero no logro alcanzar, como Dios manda, el pleno significado y la temperatura adecuada para expresar “te quier

24 DE ENERO DE 2008 · 23:00

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Aunque tuviera el don de ver visiones y sueños que me llevaran a pronosticar el futuro de la iglesia, el de mi familia, el de mis vecinos... Si comprendiera en mis adentros los designios secretos de Dios para su pueblo... Si poseyera esta gracia de saber las cosas que están por acontecer y alcanzara a entender el por qué de las que ya ocurrieron; si tuviera la confianza suficiente en el poder de Dios para conmover pueblos enteros y hacerlos estallar en bendita euforia, pero no soy capaz de entender, como Dios manda, el pleno significado y la temperatura adecuada en que debo pronunciar “te quiero”, no soy nada. Ya que actuaría exactamente igual que los charlatanes de feria capaces de atraer personas a sus tómbolas de la suerte, confundiéndolos. Si me volviera tan generosa que nada de mis pertenencias me importara: ni mi casa, ni mis ropas, ni mis bolsos, ni mis libros, ni mis joyas..., y lo repartiera a los más necesitados, principalmente a los pobres que llegan con lo puesto en las pateras, en los cayucos, o donde quiera que sea... Y aun si entregara mi propio cuerpo para salvar vidas humanas, haciéndome ante los demás una heroína de tanto prestigio que llegara a aparecer, por mis hazañas, en las enciclopedias de Historia, pero no soy capaz de entender como Dios manda el pleno significado y la temperatura adecuada de la expresión “te quiero”, de nada me vale el sacrificio. Simplemente estaría luciéndome, buscando fama dentro y fuera de la Iglesia. Decir “te quiero” conscientemente, es el fruto de haber aprendido a dejarse llevar por el Espíritu de Dios que nos enseña a comprender; nos enseña a ser bondadosos. Decir “te quiero” es grabarse en las venas el compromiso de no tener envidia de cómo les va a los otros, de no ser presumidos por lo que tenemos, ni ser orgulloso pensando que lo que conseguimos es por nuestra propia fuerza, sino reconocer que sólo Dios es el Grande, Creador del cielo, la tierra, el mar y todas las criaturas que en ellos hay. Decir “te quiero” es no ser grosero o egoísta, sino tener el mismo sentir que los otros creyentes, y compartir lo que hemos recibido de la Gracia y el Poder de Dios. Decir “te quiero” es no enojarse eternamente ni guardar rencor al que repite sus errores una y otra vez. Decir “te quiero” es no alegrarse de las injusticias, sino de lo bueno que está ocurriendo. Decir “te quiero” es sobrellevarlo todo, creerlo todo, comprenderlo todo. Únicamente Dios puede poner esto en nuestros corazones. Dejémoslo germinar para que resulte valioso. El amor viene del Señor. Nunca dejará de existir porque es tan eterno como su Creador. Amanecerá un día y se habrán acabado nuestras inquietudes mundanas, nuestras predicciones de futuro, se habrán acabado todos nuestros aciertos. Un día dejaremos de hablar en nuestras oraciones lenguas extrañas porque ya no tendrá sentido hacerlo. Incluso las noticias sobre los descubrimientos científicos más deslumbrantes no nos resultarán atractivos y sabremos que en el fondo de nuestro ser, nada, excepto el Señor, vale la pena, porque Él es perfecto. Cuando yo era una niña pequeña, estaba justificado que hablara y actuara como las criaturas de mi edad; me gustara jugar a ser mayor; pensara y razonara con la inocencia de la época. Pero al hacerme mujer se me hizo necesario cerrar aquella puerta dejando atrás todo lo que era propio de la infancia e ir entrando por la nueva que se abría: la madurez. Continúo fijándome a ella, necesito más. Ahora, usted y yo, vemos los hechos de manera borrosa, como si una neblina se interpusiera entre nuestro entendimiento y la realidad de Dios. No hemos alcanzado la excelencia. Sin embargo, llegará el momento en que lo veamos todo según Sus ojos. Mi conocimiento es, como todo mi ser, imperfecto, igual que el suyo. Pero un día el Señor nos otorgará la gracia de conocerlo todo con la misma precisión que Él nos conoce a usted y a mí. Hay tres bendiciones que permanecen vivas a través de nuestra existencia: la fe, la esperanza y el amor; pero la más importante de todas es que usted y yo seamos capaces de alcanzar, como Dios manda, el pleno significado y la temperatura adecuada de la declaración “te quiero”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Decir: `te quiero´