Hypatia de Alejandría

Se acaba de estrenar la película Ágora, de Alejando Amenábar, que tiene como característica peculiar la de ser la más cara de la historia del cine español. Pero más allá de esta peculiaridad, la cinta viene rodeada de una gran carga de polémica por doble motivo: el tema que aborda y la personalidad del director. El tema es la vida y horrorosa muerte de Hypatia de Alejandría (c. 370-415), a manos de una turba de enfurecidos cristianos. La personalidad del director de Ágora, ya se di

15 DE OCTUBRE DE 2009 · 22:00

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Hypatia fue uno de los personajes más conspicuos de la antigüedad y su enfrentamiento con el patriarca Cirilo de Alejandría (c. 375-444) es uno de esos históricos duelos que bien merecen una reflexión. Ella ha pasado a la Historia, porque a su condición de mujer se une la de filósofa y científica, en una edad en la que cualquier campo del saber era cosa exclusiva de hombres. No era cristiana y su especialidad radicaba en el neoplatonismo y las matemáticas, contándose por centenares los alumnos que, de todas partes, acudían a sus clases. A todo ello se unía su atractiva personalidad y su belleza física. Cirilo fue uno de los grandes teólogos de la antigüedad, enemigo declarado del nestorianismo, que por aquel entonces provocó una gran controversia doctrinal que sacudió a la Iglesia. Los escritos de Cirilo tendrían peso decisivo en la declaración del concilio de Calcedonia (451), sobre la persona de Cristo y sus dos naturalezas. Pero a su condición de teólogo, se unía la de patriarca de la sede de Alejandría, lo cual en aquella época era un puesto que confería, más allá del papel estrictamente pastoral, poder político. Cirilo no se distinguía, precisamente, por la ética en sus métodos para conseguir sus propósitos. Si además tenemos en cuenta que en el año 380 el emperador Teodosio había declarado al cristianismo religión de Estado y que diez años más tarde emitió otro edicto prohibiendo el culto pagano, ya tenemos todos los ingredientes para que el choque entre Hypatia y Cirilo se produjera, con el resultado de la atroz muerte de la primera. Las conclusiones que hoy se pueden sacar son fáciles de deducir: Hypatia representaría el saber y la libertad de pensamiento, mientras que Cirilo sería la intolerancia y la estrechez. Hypatia personificaría el feminismo, liberador de la condición de la mujer, mientras que Cirilo sería la personificación del irracional y abusivo dominio machista, en todos los campos de la existencia. Hypatia sería la mártir y Cirilo el inductor del crimen. El paganismo sería la víctima y el cristianismo el agresor. De esta forma, la historia de Hypatia y Cirilo le viene como anillo al dedo a quienes, en nuestro tiempo, se han propuesto vilipendiar al cristianismo, sea como sea; bien por métodos ficticios (Código da Vinci), como promotor de un gran fraude, o bien apelando a la Historia, como impulsor de atrocidades como la de Hypatia. Pero antes de sacar conclusiones apresuradas e interesadas, dejemos que un historiador cristiano, contemporáneo de Hypatia y Cirilo, nos describa los hechos. Se trata de Sócrates (c. 380 - c. 450), quien escribió una Historia eclesiástica que abarca desde el año 305 al 439. Cuando llega a relatar la vida y muerte de Hypatia lo hace de la siguiente manera:
´Hubo una mujer en Alejandría llamada Hypatia, hija del filósofo Theón, que había hecho tales adelantos en literatura y ciencia que sobrepasó a todos los filósofos de su propio tiempo. Siguiendo la escuela de Platón y Plotino, explicó los principios de la filosofía a sus oyentes, muchos de los cuales venían de distantes lugares para recibir su enseñanza. Teniendo en cuenta su serenidad y agradables maneras, que había adquirido a consecuencia del cultivo de su mente, no era infrecuente que apareciera en público en presencia de los magistrados. Tampoco se sentía avergonzada de aparecer en las asambleas públicas de los hombres, pues todos la admiraban a causa de su extraordinaria dignidad y virtud. Sin embargo, fue víctima de los celos políticos que en ese tiempo prevalecían. Pues al entrevistarse frecuentemente con Orestes (prefecto de la ciudad), se difundió calumniosamente entre el populacho cristiano, que ella era la culpable de impedir que Orestes se reconciliara con el obispo. Algunos de ellos, encendidos por un fiero y fanático celo, cuyo cabecilla era un lector llamado Pedro, la atacaron cuando regresaba a su casa y la arrastraron de su carruaje, llevándola hasta la iglesia llamada Cesarea, donde la desnudaron completamente y luego la mataron a golpes. Tras descuartizar su cuerpo, llevaron sus destrozados labios a un lugar llamado Cinaron y los quemaron. Este suceso trajo no poco oprobio, no sólo sobre Cirilo, sino también sobre toda la iglesia alejandrina. Seguramente, nada puede estar más lejos del espíritu del cristianismo que la admisión de masacres, peleas y asuntos de esa clase. Sucedió en el mes de marzo durante la Cuaresma, en el cuarto año del episcopado de Cirilo, bajo el décimo del consulado de Honorio y el sexto de Teodosio.´(1)
Así pues, Sócrates, no tiene el menor problema, primero en insertar en su Historia eclesiástica el vergonzoso hecho, lo cual es todo un ejemplo de imparcialidad histórica; segundo, en reconocer la valía y mérito de Hypatia; y tercero, en condenar el crimen, que el ´populacho cristiano´ cometió. Así pues, hace casi dieciséis siglos, un cristiano ya se adelantó a Amenábar al poner en su sitio a Hypatia y a Cirilo. Pero Sócrates hizo algo más: no extrapoló los personajes más allá de lo que ellos mismos significaban. Es decir, el hecho de que Hypatia fuera pagana no quiere decir que el paganismo en conjunto sea digno de admiración y el hecho de que Cirilo fuera cristiano no significa que el cristianismo es condenable. Meter en el mismo saco a todo un colectivo, por un acto de ciertas personas, es hacer lo que Hypatia probablemente hubiera condenado. Por cierto, nunca sabremos lo que hubiera pensado la proto-mártir feminista Hypatia de este feminismo actual, que por un lado la ensalza como abanderada de la tolerancia, pero por otro justifica la condena a muerte, sin tolerancia alguna, de más de cien mil criaturas no nacidas al año, solamente en España.
1) Sócrates, Historia eclesiástica 7:15

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