Culto a Gaia

Uno de los personajes más controvertidos en las últimas décadas en el campo de la ciencia es James Lovelock, padre de la teoría Gaia, según la cual la tierra es un organismo que se autorregula a sí mismo a fin de ser un lugar apto para la vida. Es decir, mientras la ciencia convencional contempla a la tierra como a un objeto inerte que se mueve en el espacio según leyes matemáticas y en la cual hay un conjunto de seres vivos (desde los microscópicos virus hasta las enormes ballenas pasando por e

15 DE JUNIO DE 2006 · 22:00

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En otras palabras, en la teoría de Lovelock la vida, formada por el todo orgánico que es el aire, los océanos y la superficie terrestre del planeta, no sólo permite que de forma pasiva se den las condiciones idóneas sino que de hecho las crea y cuando están amenazadas las corrige para traerlas de nuevo al equilibrio adecuado. Gracias a eso por miles de millones de años (según las edades que se adjudican a la tierra) la temperatura en el planeta ha permanecido estable. Al captar la estrecha relación entre lo orgánico y lo inorgánico que la teoría Gaia propugna, hasta el punto de borrar la diferencia entre ambos conceptos y hacer del planeta un todo orgánico, es fácil ver la natural conexión que esta teoría tiene con el pensamiento ecologista, para el cual vivimos en un ecosistema en el que todas las cosas en él contenidas no son ajenas las unas a las otras sino que están íntimamente relacionadas entre sí y con el medio ambiente. De ahí que Lovelock se convirtiera en una de las referencias de prestigio del movimiento ecologista. Sin embargo, el científico británico se ha ganado las iras de sus antiguos admiradores al afirmar que la única solución sensata ante el pronto agotamiento de las energías no renovables, especialmente el petróleo, es la energía nuclear. Después de que se acuñara aquel eslogan que decía ‘¿Nuclear? No, gracias’ con un sol sonriente de fondo, que se organizaran marchas de protesta contra la construcción de centrales nucleares, de encaramarse a los lugares más inaccesibles con pancartas de denuncia y haber llamado la atención por todos los medio imaginables e inimaginables en contra de la energía nuclear, ahora resulta que el movimiento ecologista tiene que luchar contra su antiguo aliado que apoya a su bestia más negra: la energía nuclear. El nombre Gaia se lo dio Lovelock a su teoría de acuerdo a la palabra que los griegos usaron en su lengua para designar a la Tierra. Él se confiesa un admirador de la cosmovisión griega y escribe al respecto lo siguiente:
‘Hace mucho tiempo los griegos… dieron a la Tierra el nombre Gaia o, brevemente, Ge. En aquellos días la ciencia y la teología eran una cosa y la ciencia, aunque menos precisa, tenía alma. Según pasó el tiempo esa calurosa relación decayó y fue reemplazada por la frigidez de los académicos. Las ciencias de la vida ya no tenían más que ver con la vida, cayendo en la clasificación de cosas muertas e incluso en la vivisección. A Ge se le sustrajo de la teología no siendo más que la raíz con la que disciplinas como la geografía o geometría fueron denominadas. Ahora al menos hay signos de cambio. La ciencia es holística de nuevo y redescubre el alma, y la teología, movida por fuerzas ecuménicas, comienza a darse cuenta de que Gaia no ha de subdividirse por conveniencias académicas y que Ge es mucho más que sólo un prefijo.’
Lovelock ha escrito hasta el presente cinco libros sobre el tema, siendo el más reciente The revenge of Gaia (La venganza de Gaia) en el cual afirma que la catástrofe que se avecina es inminente y que aunque se tomaran medidas drásticas para intentar detenerla no servirían de nada pues ya es demasiado tarde. Y el exponente de la enfermedad mortal que aqueja a este ente vivo llamado Gaia es el clima. Antes de 40 años (el plazo de una generación) los polos se habrán deshelado totalmente provocando inundaciones masivas y migraciones tumultuosas, con las consecuencias de guerras, hambres, pestes, etc. Según Lovelock la población mundial será literalmente diezmada al quedar vivos unos 500 millones de personas de los más de 6.000 millones que actualmente pueblan Gaia. En otro de sus libros, Homage a Gaia, Lovelock afirma que es agnóstico y que no tiene fe. Toda su esperanza consiste en esto: ‘Es consolador pensar que formo parte de Gaia y saber que mi destino es fundirme con la química de nuestro planeta vivo.’ En una reciente entrevista añadía lo siguiente: ‘A veces me pregunto por qué dejamos de adorar la Tierra, porque dependemos de ella en todos los sentidos. Creo que fue un gran error que el ser humano dejara de adorar la Tierra y empezara a adorar dioses remotos.’ Y aquí es donde vemos que la cosmovisión de Lovelock, que pareciera de mayor trascendencia que la que nos ofrece la ciencia empírica, se reduce, a fin de cuentas, a la antigua idolatría por la que los pueblos paganos divinizaron a la Tierra, al Sol o a la Luna y que toda su escatología es materialismo mondo y lirondo. ¡Qué diferencia con aquel que se presenta a sí mismo, en el último libro de la Biblia, de la forma como el texto de más abajo indica! Allí están las respuestas a las grandes preguntas que los seres humanos nos hemos hecho siempre.
  • En el orden de la revelación. ‘Yo soy el Alfa y la Omega.’ Es propio de Dios y de Cristo comunicarse. Y allí está toda la comunicación, desde la a hasta la z, sin que nada falte. Una comunicación sin aditivos ni sucedáneos añadidos; pura. Una comunicación inteligible porque la palabra que Dios usa como medio es la misma que nosotros usamos. Una comunicación en la que está la primera palabra, la palabra creadora por la que todo comenzó y también la última, la palabra final y definitiva.
  • En el orden etiológico (causa) y teleológico (propósito). ‘el principio y el fin.’ Las cosas tienen un por qué y tienen un para qué. Es decir, la existencia tiene significado. La búsqueda de ese por qué y ese para qué ha sido y es la razón de ser de la filosofía. Y así los griegos buscaron sus soluciones para encontrar la causa primera de las cosas: el tiempo, el número, el caos, la mente, los cuatro elementos, los átomos, etc. Pero no hay que buscarlo en nada de eso, porque aquí tenemos al que es la Causa y la Consumación de todo presentándose a sí mismo.
  • En el orden ontológico (del ser). ‘el primero y el último’ Es decir, el que no tiene antecesor ni tiene sucesor. En otras palabras, no le debe su existencia a nadie ni se la pasa a nadie porque es el Ser per se.
Esta teología es de un orden sublime e infinitamente superior a la que Lovelock está adherido. Ojalá pueda ser lo suficientemente humilde y lo justamente sensato para venir al que pronunció tales palabras: Jesucristo .
‘Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.’ (Apocalipsis 22:13)

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