Escrito con delicada caligrafía

Escribo para no sentirme sola, para desnudar mi corazón y deshojarlo ante vuestros ojos con la indiscreción de quien poco a poco va perdiendo el miedo y se descubre ante extraños con esa ingenuidad que nunca se ha de perder.

08 DE FEBRERO DE 2014 · 23:00

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Para no olvidar quien soy, escribo notas en las aristas de los corazones que me rodean, atando mis palabras fuertemente a ellos para que cuando mi capacidad para recordar quede mermada por los azotes del tiempo, alguien trace con delicada caligrafía lo que he escrito en su vida, sólo así, no me sentiré vacía, no me encontraré perdida. Si escribo, entre muchas razones, es para desalojar de mí aquello difícil de expresar con los labios. Reflexiones y frases que se aglutinan en mi cabeza y que parcamente transcribo con los dedos. Me asusta la idea de que llegado un determinado momento la memoria de la cual hoy hago alarde deje de ser eficiente y con ironía me juegue una mala pasada haciendo que el ayer quede eclipsado por una densa nube de desmemoria y que al igual que ocurre con la tecnología de hoy, un fatal virus acote mi disco duro y haga estragos en él omitiendo datos importantes. Es por ello que escribo todo lo grande y pequeño que me acontece, las buenas y malas etapas, porque el sólo hecho de plasmarlos en el papel crea en mí la certeza de que lo recordaré mas claramente una vez queden alejados en el tiempo. Esculpo mi vida en un formato que pocos leerán, sin embargo es algo que me ilusiona. Al hacerlo descubro a la mujer esposa, madre, amiga, hija, hermana. Encuentro entre las frases escritas a la niña asustada, a la adolescente retraida, a la joven exultante y llena de sueños. Al releer lo escrito en épocas pasadas, veo cómo hay una figura omnipresente en todos y cada uno de mis momentos, un amigo imperecedero que el tiempo no ha logrado desteñir, un cercano compañero de viaje que desde mi niñez ha sabido indicarme por donde debía caminar. Enternecida observo que la caligrafía ha cambiado, el papel en el que ahora escribo está saturado de una incipiente madurez que me llena de seguridad. Atrás han quedado los días de cristalina lluvia donde cada día era una aventura de difícil ascensión. Ahora acaricio la delicada esencia de lo nuevo, ese vivir cada instante saturada de ilusión sabiendo que a mi lado sigue caminando ese fiel amigo cómplice de todas mis historias. Escribo para no sentirme sola, para desnudar mi corazón y deshojarlo ante vuestros ojos con la indiscreción de quien poco a poco va perdiendo el miedo y se descubre ante extraños con esa ingenuidad que nunca se ha de perder, con el deseo de que alguien desde un lejano lugar me conozca sin nunca haberme visto.

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