Morir para poder vivir

Cuando decides apagar aquello que te deslumbra consigues ver en la oscuridad una pequeña llama incandescente que te indica el camino a seguir.

13 DE JUNIO DE 2013 · 22:00

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De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. Jn 12:24 Que contradictorio parece, pero cuan cierto es. Morir para poder vivir. Caer en la tierra, abandonarse a la crudeza de la exposición al sol, al agua, al viento, al frio, disgregarse para que del interior fluya vida. Amamos la vida, nos aferramos a ella aún sabiendo que todo este trayecto tiene sus días contados, que es efímero. Pero… Cuesta golpear las horas de apatía y emprender un nuevo camino. La pereza nos vuelve insensibles a la voz de Dios. Hace que omitamos su palabra y así, poder vivir más cómodamente. Servir, morir, dejar a un lado lo que nos condiciona y atrevernos a hacer algo nuevo. Morir a lo ajado, al orgullo, al egoísmo, a la falta de memoria para recordar lo que Dios ha hecho por nosotros. Morir a la altanería, al hedonismo, a la torpeza de creernos sabios en nuestra propia opinión. Renacer a un nuevo concepto de Dios, un redescubrir a Jesús y sacarlo del anonimato. Promulgar sus milagros, hablar sin miedo de lo que él significa en nuestras vidas, rescatarlo del olvido y hacerlo presente. Vivir auxiliando los corazones que necesitan un zarandeo de vida para poder seguir latiendo. Cuando decides apagar aquello que te deslumbra consigues ver en la oscuridad una pequeña llama incandescente que te indica el camino a seguir. Vulnerar las torpes leyes impuestas por el hombre y que solo consiguen añadir pesadez al alma. Morir es a veces el comienzo de algo nuevo, apartar la vista del vasto horizonte para centrarte en aquello que se detiene a tu lado. A veces es necesario fenecer para fluir con brío ante un nuevo amanecer.

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