“Entonces todos los discípulos dejándole, huyeron” (Marcos 14:50)

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Jesús en soledad

“Entonces todos los discípulos dejándole, huyeron” (Marcos 14:50)

Todos. Ni uno quedó. Todos huyeron dejando al maestro sin el calor amigo.

05 DE MARZO DE 2009 · 23:00

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Todos huyeron. Todos los que prometieron, a la vez que lo hacía Pedro, que nunca lo negarían. Lo dejaron solo ante quienes deseaban acabar con su vida, solo ante un dolor que él conocía de antemano. Podemos despreciar la actitud de los apóstoles, rasgarnos las vestiduras y creernos mejores, pero desgraciadamente somos muy parecidos a ellos, me atrevo a decir, que incluso muy inferiores. Cada vez que con gran desacierto desechamos el consejo divino y corremos en pos de cantos de sirenas, estamos abandonando al maestro. Cuando por diferentes cuestiones forzamos nuestras vidas y las doblegamos a deseos que no agradan a Dios, estamos dejando solo a Jesús. Lo traicionamos cada vez que mentimos, que sentimos odio, que reprochamos algo con un procedimiento injusto, cada vez que hablamos apresuradamente y juzgamos dejamos a nuestro Señor solo ante la muchedumbre que neciamente pide su crucifixión. Me sigue golpeando con fuerza el texto de Marcos, un versículo que con pocas palabras expresa una acción reprochable, inadmisible. Me duele porque me siento reflejada en él. Soy yo la que a veces huyo y dejo solo a Jesús. Quisiera no hacerlo, ser una mujer de gran fortaleza, una mujer de excelencia que viviera una vida carente de tales pecados. Es imposible, lo sé, pero me duele de forma atroz ver al maestro abandonado, desabrigado, desprovisto de compañía. Cuando me acerco a Él y mis torpes manos buscan las suyas, siento como su perdón es derramado sobre mí. Siento su sonrisa ahuyentando el resentimiento de haber incumplido su palabra. Me mira tiernamente y llenando el espacio en el que habito hace que no me sienta sola, abandonada. Él es quien hace que cada error cometido se convierta en una nueva lección a poner en práctica. Él nos enseña a vivir de manera diferente.

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