Envoltorios

¿Con qué se atavían los sueños? ¿Con qué ropas se visten las promesas? ¿Cómo son las telas que cubren el infinito universo de los sentimientos? Las cosas que realmente importan en esta vida siempre aparecen acicaladas con enorme sencillez.

02 DE FEBRERO DE 2006 · 23:00

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Envoltorios: Cintas , lazos, papeles multicolores , cajas forradas de seda… Una gama de accesorios con el que engalanar obsequios haciendo que éstos se muestren deliciosos a la vista. Regalos que se nos otorgan cubiertos por un arco iris de papel que a modo de camuflaje aportan un halo de misterio a su vedado contenido. Cada vida es un regalo, y como tal, aparece envuelto en un singular y exclusivo envoltorio.Somos únicos y aunque nuestras características generales como humanos son las mismas, en realidad, todos poseemos nuestro propio embalaje, una apariencia que nos ciñe circundando aquello que no se ve y que nos hace exclusivos. El aspecto exterior cumple una función precisa, la de presentar un contenido que antes de ser desvelado ya promete ser hermoso, interesante, imperfecto o vulgar. No siempre el regalo equivale en calidad a la del envoltorio, pues a veces, es mucho más agradable el formato exterior que el obsequio en sí , o todo lo contrario, una apariencia poco apetecible que enmascara un regalo de incalculable belleza. En una cultura como la nuestra tan ejercitada en el arte de sorprender y seducir, la preocupación mayor del ser humano es la de atraer con lo exterior; que es lo que a priori tiene importancia, dejando a un lado ese interior oculto que pocos se toman la molestia de escrutar. Recordemos a Jesús , con su sencillo envoltorio que dejaba entrever las formas más puras del hijo de Dios. La salvación venía ataviada con aspecto humilde, llano, sin aparente hermosura. Busquemos más lo profundo, lo que realmente importa, dejando lo superfluo a un lado. Y aunque , es importante mostrar una atractiva imagen , que nuestro interior sea aún más seductor que lo externo, dando muestras de un candor atesorado y oculto , una belleza entrañable que ha de brotar por nuestros ojos, manos, labios, derramada cual gotas frescas y perfumadas de la esencia del esplendor de Dios.

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