Pobres y pobres: espirituales y materiales

Vimos la semana anterior que en el seno del cristianismo convivían todas las clases sociales –no sin tensiones inmediatamente advertidas por los apóstoles– y no encontramos ninguna referencia a la superioridad moral de los pobres o a una opción preferencial por los mismos.

29 DE OCTUBRE DE 2013 · 23:00

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Decíamos que pocas cuestiones hay más confusas - y han sido más manipuladas – que las referencias a los pobres en la Biblia. En estas entregas, nos acercaremos a tan espinoso tema. La referencia a los pobres se convirtió hace unas décadas en uno de los elementos más llamados a crear confusión en la teología católica y, por ende, universal. Y en realidad, no debe sorprender que no exista ninguna referencia a la superioridad moral de los pobres o a una opción preferencial por los mismos.en el cristianismo primitivo porque el concepto de “pobre” presenta en la Biblia un sentido más amplio que el material. De entrada, debe señalarse que las Escrituras establecen una clara dicotomía entre los pobres materiales y los pobres espirituales[1]. Ambas categorías pueden coincidir, pero no es así siempre. La carta de Santiago parece indicar que, junto a la pobreza de tipo material que caracterizaba a cierto número de los que integraban el cristianismo primitivo en Jerusalén también estaba otro tipo de pobreza que podríamos encuadrar en términos más espirituales y que, quizá, podría ser traducida más correctamente como "humildad". Bernabé, que vendió su propiedad (Hechos 4, 36-7), parece haber sido una persona que renunció voluntariamente a parte de sus bienes y lo mismo cabe decir al menos de otros antiguos seguidores de Jesús. Encontramos en una situación de cierto desahogo a Pedro y los hijos de Zebedeo. No es menos cierto que la misma fue sustituida por una especie de pobreza voluntaria al seguir a Jesús[2]. El círculo de los más cercanos a éste, desde luego, parece haber tenido una bolsa común (Juan 13, 29) cuyos fondos no sólo se empleaban para cubrir los gastos del mismo sino que también se destinaban a dar limosnas a los pobres. Esta pobreza no era algo identificable con la miseria, sino más bien con una sencillez de vida y una humildad de espíritu, que no cuestionaba necesariamente las posesiones de cada uno aunque sí alimentaba la solidaridad y la ayuda a los demás, y ponía toda su fe en la intervención de Dios. Tal es el caso de la carta de Santiago y, por supuesto, el de Jesús. La comunidad no estaba tanto formada por "pobres" en un sentido material, cuanto por "humildes", entendiendo los mismos más como un concepto teológico que como una categoría económica y social. La idea, lejos de ser una innovación, contaba con un rancio abolengo dentro del desarrollo teológico del pueblo judío[3]. De hecho, el termino "anav" en el Antiguo Testamento tiene, como en español, un significado ambivalente. Mientras en algunos casos, sólo se refiere al necesitado (Isaías 29, 19; 61, 1; Amós 2, 7; etc), en otros es equivalente de "humilde" (Numeros 12, 3; Salmo 25, 9; 34, 3; 37, 11; 69, 32, etc). Lo mismo puede decirse de "ebion" (Jeremías 20, 13) o de "dal" (Sofonías 3, 12) cuyo significado puede ser tanto el de necesitado como el de humilde en algunos pasajes. Así, de manera específica, a los pobres los vemos mencionados en Isaías 61, 1 (los de corazón abatido) o definidos como los que buscan a Dios (Salmo 22, 27; 69, 33, etc), cuyo derecho es violentado (Amós 2, 7) pero a los que Dios escucha (Salmo 10, 17), enseña el camino (Salmo 25, 9), salva (Salmo 76, 10), etc. Todo ello provoca el que los pobres (anavim) alaben a Dios (Salmo 22, 27), se alegren en El (Isaías 29, 19; Salmo 34, 3; 69, 33), reciban sus dones (Salmo 22, 27; 37, 11), etc. Los anavim, pues, no son los pobres sin más, sino los pobres de Dios (Sofonías 2, 3 ss), los que confían en El en medio de las tribulaciones.En los LXX, esta interpretación del término “pobre” aparece tan asumida que pobre es traducido no sólo como "ptojós" y "pénes", sino también por "tapeinós" (humilde) y "prays" (manso) o sus derivaciones. Por lo tanto, en la Biblia, los "pobres anavim" no eran sino aquellos que no son meramente indigentes sino que esperan la liberación de Dios porque son conscientes de que no cabe esperarla de ningún otro. Cualquiera que analice, pues, las Escrituras con seriedad percibe porqué no pueden considerarse aceptables la tesis de F. Engels[4], K. Kautsky[5], Rosa Luxemburgo[6] y, más modernamente, Y. A. Lientsman[7] o Gonzalo Puente Ojea[8], en el sentido de contemplar el cristianismo como un movimiento cuyo contenido ideológico, en buena medida, es sólo una supraestructura falsa superpuesta a una situación de opresión social y que estaba formado fundamentalmente por los desposeídos de la sociedad. Ciertamente tal tesis ha gozado durante décadas de un considerable predicamento por razones que, más que históricas, habría que denominar meta-históricas, pero la misma no puede ser sostenida a la luz de las fuentes con que contamos a menos que accedamos a violentarlas injustificadamente o a eludir su examen[9]. Lo mismo puede decirse de las posiciones de los teólogos de la liberación. Por lo tanto, si alguien pretende identificar a los primeros cristianos con un simple movimiento social de clases oprimidas incurre en una perspectiva totalmente equivocada. No bastaba con ser pobre para pertenecer al grupo de Jesús y tampoco parece que tal circunstancia se considerara una recomendación especial o digna de una “opción preferencial”. Ser pobre era, sustancialmente, darse cuenta de cuál es la verdadera condición humana, de hasta qué punto somos incapaces de controlar las situaciones y el futuro y, por lo tanto, de que la única salida lógica y razonable para cada ser humano es aferrarse a Dios, la única esperanza que jamás defrauda. Establecido esto, queda por ver qué enseña la Biblia respecto a los pobres materiales. CONTINUARÁ: Pobres y pobres, compasión y acción


[1]Aparte de la bibliografía sobre clases sociales mencionada al principio del capítulo, sobre este tema, ver: E. Jenni y C. Westermann, "'Aebyon" y "Dal" en ”Diccionario Teológico manual del Antiguo Testamento”, Madrid, 1978, I, e Idem, "`Nh" en ”Ibidem”, II; W. E. Vine, "Poor" en ”ExpositoryDictionary of Old and New TestamentWords”, Old Tappan, 1981; C. Vidal, "Riqueza" en ”Diccionario de las Tres Religiones monoteístas”, Madrid, 1993.
[2]Mateo 8, 20; Mateo 10, 5 ss y par. (posiblemente una especie de manual de instrucciones para misioneros); Mateo 19, 16-30 y par.
[3]Ver en este sentido: R. Martin-Achard, Yahwé et les ^anawim: ThZ 21, 1965, pgs. 349-357.
[4]C. Marx y F. Engels, ”Sobre la religión”, Salamanca, 1979, en especial pgs. 313 ss, 323 ss y 403 ss.
[5]K. Kautsky, ”Orígenes y fundamentos del cristianismo primitivo”, Salamanca, 1974.
[6]R. Luxemburgo, "El socialismo y las iglesias" en ”Obras escogidas”, vol. I. Bogotá, 1976, pgs. 167 ss.
[7]Y. A. Lientsman, ”Proisjodjdieniyejris­tyanstba”, Academia de Ciencias de la URSS, Moscú, 1958.
[8]G. Puente Ojea, ”Ideología e historia: La formación del cristianismo como fenómeno ideológico”, Madrid, 1984. Este autor, que adolece de un desconocimiento grave de las fuentes coetáneas, ha caído con posterioridad en la formulación de hipótesis que, como mínimo, han de ser calificadas de novelescas, como la de atribuir al cristianismo, desde sus inicios, la práctica de una conspiración destinada a dominar el mundo. Ver en este sentido: G. Puente Ojea, ”Imperium Crucis”, Madrid, 1989, pgs. 41 ss.
[9]Críticas similares a la que aquí esbozamos en A. J. Malherbe, ”Social Aspects of EarlyChristianity”, Filadelfia, 1983; D. J. Kyrtatas, ”Thesocial structure of theEarly Christian communities”, Londres, 1987; W. A. Meeks, ”Los primeros cristianos urbanos”, Salamanca, 1988.

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