Educación metodista en la América del XIX

La “Escuela Dominical Argentina” nace a mediados de 1878 por iniciativa de Salvador Negrotto, un gibraltareño que se había convertido gracias a la predicación de Rule.

21 DE ENERO DE 2014 · 23:00

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	Iglesia Central Metodista en Buenos Aires, Argentina.</p>
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Iglesia Central Metodista en Buenos Aires, Argentina.

Ya hemos considerado en estas páginas los trabajos de Salvador Negrotto en las Escuelas metodistas que W.H. Rule estableció en Cádiz (España) desde 1837 hasta 1840. Negrotto había nacido en Gibraltar en 1831 y su conversión sería por la predicación de Rule. En la década de los setenta nace la “Primera Iglesia” de residentes americanos y británicos, una congregación de habla española en Buenos Aires. Este grupo se denominaría más tarde “Segunda Iglesia” de Buenos Aires y posteriormente “Iglesia Central”, constituyéndose en el foco de propagación protestante de la ciudad de Buenos Aires más importante en la década de 1880, a juzgar por el número de congregaciones surgidas de su labor. Sus inicios se constituyen con un grupo que celebra cultos en el local metodista del centro de la ciudad y con una incipiente escuela dominical de donde nacerá la “Escuela Dominical Argentina”, a mediados de 1878 cuyo iniciador es Salvador Negrotto. Contaba con un plantel docente de 43 maestros, 28 de los cuales eran argentinos. De gran éxito había sido el Colegio de Negrotto en calle Esmeralda, en el centro de la ciudad, que había sido fundado ya en el año 1848, bajo el régimen rosista al que Negrotto hace una alusión negativa. “El Evangelista” hace referencia a la posición económica de este colegio y nos informa que en algún momento fue “envidiable”. Su influencia se hace notar en la prensa porteña de mayor circulación como el diario La Nación, que se hace eco de los principios rectores de esta institución, expresados por su director Salvador Negrotto, y en un muy probable subsidio otorgado por el gobierno de Avellaneda. El discurso mencionado de Negrotto estaba inspirado en un ideal pacifista y progresista, acorde con la visión liberal acerca de la educación como llave privilegiada del cambio social. Este dirigente protestante era educador de profesión y vivía de su colegioi. Una función similar se intentaba en la escuela de artes y oficios, que funcionaba junto a la de niños. Allí se impartían fundamentalmente clases de tipografía, actividad que, aunque incipiente en la ciudad, cobraba cada vez más importancia. Paralelamente funcionaba allí la Imprenta Metodista y se comienza a imprimir El Estandarte, semanario polémico contra los medios católicos antiliberales, por la iniciativa de Ramón Blanco y otro inmigrante español, Remigio Vázquez, tipógrafo de profesión, empleado en el diario La Prensa. Vázquez enseña en esta escuela la técnica tipográfica a los jóvenes de los conventillos, al tiempo que participa activamente en la formada “segunda” iglesia, de la que llegaría a ser pastor entre 1898 y 1907, año en que renunció. Su militancia liberal se trasluce en su pedido al gobierno nacional, presentado ante la Conferencia Anual de la Iglesia de 1899, para que se respete la libertad de conciencia en el ejército y en la guardia nacional, ideológicamente monopolizados por el catolicismo. La presencia metodista en el ‘Bajo” se materializó al principio en tres escuelas levantadas por la obra de Ramón Blancoii hacia fines de 1881 y principios de 1882. “Blanco era un inmigrante gallego, nacido en La Coruña en 1853, y llegó a Buenos Aires en 1868, para luego trabajar como aprendiz de carpintería naval en un astillero en Barracas al Sud (Avellaneda) hasta 1874. Fue soldado en el Batallón 6º de Infantería (1874-1876) actuando en la represión al levantamiento de Mitre (1874) durante el gobierno de Nicolás Avellaneda. Fue policía (1876-1880) en la Ciudad de Buenos Aires. En el desempeño de esta última ocupación fue convertido al metodismo, según la tradición, por un sermón de Juan F. Thomson sobre la Inquisición y su incompatibilidad con el verdadero cristianismo. Blanco se dedicó desde entonces a la educación de los sectores populares de Buenos Aires. Murió en un accidente vial en 1901en el barrio de la Boca”iii. Efectivamente, Blanco abandona la policía para dedicarse de lleno a la educación. Consigue su titulo de maestro nacional y comienza a participar activamente en el metodismo. Sus tareas están siempre relacionadas con el elemento obrero de Buenos Aires y luego en Mendoza, donde funda la Sociedad Protectora de Animales. Lleva adelante una campaña para erradicar los “bodegones” y oficia de mediador en la huelga de los ferroviarios en 1896. La tarea educativa realizada por Ramón Blanco en el “Bajo” tuvo también el concurso de otro ayudante: Niet, un relojero suizo del centro de la ciudad que se asocia en el reclutamiento de niños marginales para su promoción educativa. El elemento social de los educandos de estas escuelas es buscado por Blanco y Niet “de conventillo en conventillo”. Los niños son descritos por una crónica de la época como “un gran número de criaturas que, teniendo la edad necesaria, no frecuentan escuela ninguna, ni sabían siquiera el alfabeto”. Inmigrantes jornaleros, peones, carpinteros, albañiles, sirvientas, lavanderas, se hacinaban en grupos de siete o más personas en una sola habitación. Los pobres pequeños “árabes”, “vagos y malcriados”, según esta crónica, se transformarán en “personas honradas y útiles para la sociedad, salvadas del vicio y de la ignorancia. “Las escuelas de Ramón Blanco en la calle Juncal y Paseo de Julio se desarrollaron con tres especializaciones: una escuela de niños, otra de niñas y una escuela de artes y oficios. Hacia marzo de 1884 la escuela de varones detenta una asistencia de 200 alumnos, mientras que a la de mujeres asisten unas 90 niñas. En ese momento la segunda se traslada muy cerca, a la calle Libertad, entre Arenales y Juncal, en el Barrio Norte de la ciudad, quedando a cargo de una misionera norteamericana, la señorita Goodenough. Bajo su dirección la escuela femenina transformó e incrementó su currículum e estudios: si antes se limitaba a la enseñanza de lectura y confección, ahora se impartirán también lecciones de aritmética, gramática, geografía e historia, además de escritura y lectura. Es destacable este perfil de escuela para niños pobres, teniendo en cuenta que en el Buenos Aires de las últimas décadas del siglo XIX, los currículum de esa extensión se utilizaban muy diferenciadamente para establecimientos de una extracción social elevada. Las escuelas para los “pobres” del estado municipal nunca excedían el básico requisito de intentar enseñar a leer y escribir, y siempre con una gran carencia de útiles pedagógicos, por desatenciones en el presupuesto. Además de la escuela para niñas, que perduraría bajo el impulso de la sociedad femenina metodista durante todo el período objeto de nuestro estudio, Blanco siguió a cargo de la escuela de varones y de la de artes y oficios. Una fuente extraeclesiástica refiere el resultado logrado por la escuela de niños. El ideal que se imponen estos institutos es similar al mencionado para la Escuela Dominical de Negrotto: una suerte de alternación que promueve el ascenso de capas sumergidas por medio de la instrucción teórica y la participación práctica en instituciones educativas y religiosas”iv. Otro de los pastores de la Segunda iglesia metodista en Buenos Aires fue Juan Robles. Aparece en las Actas oficiales de la décima reunión de la conferencia anual de Sud-América de la Iglesia Metodista Episcopal habida en Buenos Aires, Argentina, marzo 12 á 18, 1902, junto a Remigio Vázquez como reporteros de la Conferencia y también en la comisión sobre “Extensión de la iglesia”. OBRA EN CUBA De la Cuba española, con sus idas y venidas a Cuba y la península, encontramos a tres liberales procedentes del clero romano y luego conversos. Según Bastiánv Emilio Fuentes Betancourt (1843-1909) fue el más representativo de esta generación de sacerdotes cubanos liberales. Había cursado sus estudios superiores de Derecho canónico y Filosofía en Madrid en 1864-1865, después de lo cual regresó a Cuba, pero, debido a su posición política independentista, fue pronto mandado de vuelta hacia Madrid, en 1875, donde entró en contacto con el medio filosófico krausista y la Institución de Libre Enseñanza que se acababa de inaugurar, para doctorarse con una tesis sobre la poesía cubana. Como tantos otros cubanos de esta generación fue obligado a exiliarse, primero en Lima, desde 1877, Y luego, desde 1881, en la Ciudad de México, donde, convertido al metodismo, ejerció como pastor, hasta 1887, de la recién fundada Iglesia metodista de la Santísima Trinidad, antes de ser invitado a colaborar como maestro en la fundación de la escuela normal de Jalapa (Veracruz). Quizás ahí se pudo relacionar más estrechamente con la diáspora cubana de emigrados liberales que acababa de implantarse en este estado y entre los cuales prosperó momentáneamente el protestantismo (Herrera, 1992). Su convicción liberal activa lo llevó en 1884 a ser editorialista del principal periódico liberal del país, El Monitor Republicano, donde vertió ideas democráticas anti-reeleccionistas y críticas a toda tentativa de conciliación del poder político liberal con la Iglesia católica (Bastian, 1989, 189-190), lo que refleja el tipo de liberalismo adoptado por estas élites liberales isleñas. Otro de estos curas liberales cubanos fue Joaquín de Palma, responsable de la parroquia protestante de la Iglesia episcopal Santiago Apóstol, en Nueva York, desde 1866, donde su patriotismo liberal y independentista le valió el reconocimiento de todo el medio cubano liberal emigrado a raíz del inicio de la llamada «Guerra de los diez años» (1868-1878), y más tarde incluso de José Martí (1853- 1895). En este mismo contexto, Tristán de Jesús Medina (1833-?) fue un tercer sacerdote cubano pasado al protestantismo durante el sexenio liberal; ardiente reformista y abolicionista, fue miembro y vocero de los grupos republicanos, y un amigo de Emilio Castelar en Madrid; ahí tuvo vínculos con la congregación protestante de reciente formación (1869), donde predicó” –dice Bastian-. ****
i Miguel A. Alba, “El Protestantismo en la ciudad de Buenos Aires (1870-1910). El caso metodista
ii Juan Bautista Mazzuchelli, Ramón Blanco: Un infatigable luchador del bien, Buenos Aires, la Aurora, 1943, p. 29.
iii Estado laico y pluralización religiosa: la participación protestante en el debate público en torno a las leyes laicas en la década de 1880. Paula Seiguer (Datos extraídos de Actas Oficiales de la Novena Reunión de la Conferencia Anual de Sud-América, Buenos Aires, Imprenta Metodista, 1901.)
iv Miguel A. Alba, “El Protestantismo en la ciudad de Buenos Aires (1870-1910). El caso metodista. Pág 9
v Protestantismo en Cuba y Puerto Rico. Jean Pierre Bastian. Anales de Historia 1998

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